Seguramente tanto tú como todas las personas que forman parte de tu entorno dormís por la noche las ocho horas del tirón -o por el día si vuestro trabajo se realiza en horario nocturno-. Es esencial para tener una buena higiene del sueño. Sin embargo, no siempre es así. Y es que en algunos casos se decide optar por el sueño polifásico, prescindiendo así del monofásico.
Qué es el sueño polifásico
El sueño polifásico es aquel que no concentra el tiempo de dormir en una única fase. Sea cual sea el número de horas durante las que se duerma, las mismas pasan a ser repartidas.
Aunque el sueño polifásico poco a poco se está convirtiendo en tendencia, lleva muchos años presente en la humanidad. Nuestros antepasados se veían obligados a hacerlo, ya que si dormían toda la noche corrían el riesgo de que los depredadores les atacasen. Por el contrario, si iban alternando las horas de sueño, las probabilidades de recibir esas ofensivas disminuían considerablemente.
Si nunca has puesto en práctica el sueño polifásico tal vez te estés preguntando qué lleva a una persona del siglo XXI a aplicarlo. El objetivo de todas ellas consiste en sacarle un mayor partido al día no solo para trabajar, sino también para realizar tareas domésticas y, por supuesto, disfrutar del ocio.
Los partidarios del sueño polifásico afirman que con el monofásico pierden mucho tiempo que podría ser aprovechado si no durmiesen ocho horas seguidas. Pero, ¿cómo consiguen no estar cansados durmiendo en muchos casos bastante menos tiempo y repartido en varias sesiones? Optimizando la fase REM, es decir, la más importante de todas.
Si bien es cierto que el sueño ligero y el profundo también tienen importancia, es la fase REM la que determina lo descansado que te levantarás por la mañana -o en este caso en varios momentos a lo largo del día y de la noche-. Repartiéndolo en varios bloques, este estadio del sueño tan beneficioso se optimiza. Para conseguir este resultado existe la posibilidad de poner en práctica varios tipos distintos.
Tipos de sueño polifásico
Pasar del sueño monofásico al polifásico no es sencillo, aunque no resulta tan complicado si se empieza por el primer tipo de los que hay y poco a poco se va avanzando al resto de ellos.
Aunque los que se decantan por el sueño polifásico querrían empezar directamente por el último tipo que mencionaremos, saben que es un error, puesto que su organismo no está preparado. Así pues, la evolución debería ser la siguiente.
En primer lugar se empieza por el sueño bifásico. Durante la noche se duermen cuatro horas del tirón. Las restantes son tan solo una hora y media, tratándose más bien de una siesta cuyo momento del día en el que se realizará puedes elegir libremente. Eso sí, es importante que siempre des comienzo a esos noventa minutos a la hora que hayas elegido, sin alterarla lo más mínimo.
Cuando te has acostumbrado llega el momento de pasar al Everyman. En este caso la noche abarca tres horas de sueño en total, mientras que la hora y media de siesta se divide en tres fases distintas. Es decir, cada conciliación del sueño de treinta minutos se reparte a lo largo del día.
El tercer tipo de sueño polifásico es conocido como Uberman. Estamos hablando de una práctica muy exigente, puesto que tan solo se duermen veinte minutos seguidos, haciéndolo cada vez que transcurre un período de cuatro horas. Si ya de por sí con este sistema se optimiza mucho la fase REM, más si cabe con el último que detallaremos.
Llegamos al cuarto tipo, el más exigente de todos y que recibe el nombre de Dymaxion. Aunque amplía un poco lo que duran las siestas, siendo de media hora, no se hacen hasta que no pasan seis horas. Es decir, sumando el día y la noche tan solo se duermen dos horas en total.
Estudios
Introducir un cambio tan drástico en la vida de una persona es una decisión que no debe tomarse a la ligera. Es aconsejable consultar los resultados obtenidos con estudios científicos para valorar si el sueño polifásico es conveniente o no para ti.
Empezamos por los que sí determinan que el sueño polifásico es útil. En una universidad canadiense, concretamente en la de Otawa, se comparó el rendimiento laboral de los empleados de un sector en concreto: el de la marina. Al verse obligados a rotar turnos de forma constante, es esencial que estén bien descansados para poder rendir bien en su puesto de trabajo.
La conclusión del estudio se resume en que aquellos individuos que optaron por el sueño polifásico estaban más descansados en sus turnos, mientras que quienes concentraban las horas de sueño en una sola ocasión, tanto de día como de noche, tenían mayores dificultades para realizar sus tareas profesionales en el barco.
Estos resultados obtenidos por la universidad de Otawa podrían extrapolarse a otros trabajos en los que las rotaciones de los turnos sean muy habituales, siendo aconsejable en dichos casos hacer siestas de como máximo treinta minutos cada cuatro o seis horas, destinando posteriormente tres o cuatro horas a dormir del tirón.
Sin embargo, hay varios estudios que determinan que el sueño polifásico no es beneficioso para la salud. Claros ejemplos son los realizados por el investigador polaco Piotr Wozniak y el experto en cronobiología Claudio Stampi. En sus estudios incluso se analizan las consecuencias para la salud de quienes ponen en práctica este método.
Consecuencias
Ciertamente nuestros antepasados aplicaban el sueño polifásico, pero ello no tiene por qué significar que fuese bueno o natural. Todo lo contrario: la esperanza de vida por aquel entonces era muy inferior a la de ahora. Y no es para menos, puesto que si el sueño no es prolongado y van alterándose de esta manera los ritmos circadianos, se producen en el organismo varios perjuicios.
Los estudios determinan que una de las consecuencias más habituales es la del aumento de la tensión arterial, aunque no es la única. A este resultado negativo hay que sumar la mayor propensión a sufrir algún tipo de episodio cardiovascular, así como el aumento de peso e incluso el desarrollo de la diabetes.
Por si todo lo comentado fuera poco, hay que añadir la pérdida de memoria, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que el cerebro no descansa plenamente como sí lo hace en caso de dormir siete, ocho o nueve horas seguidas.
A su vez, no pueden pasarse por alto los efectos psicológicos y psiquiátricos que se han observado en los estudios. Estas consecuencias en ocasiones son las más graves, puesto que no hablamos solo de estrés y ansiedad, sino también de depresión.